La pérdida del apetito, también llamada anorexia, es uno de los síntomas más habituales durante el tratamiento oncológico. Puede aparecer en cualquier momento del tratamiento o de la enfermedad. Es importante prestar especial atención si se prolonga en el tiempo, porque puede condicionar el estado nutricional del paciente.
Para evitar sabores no deseados que se puedan relacionar posteriormente con determinadas comidas.
Son aquellas que en poco volumen incluyen gran cantidad de energía y nutrientes.
Tener preparados algunos platos para evitar cocinar todos los días.
Servir la comida en platos grandes dará la sensación de que hay menor cantidad de comida, y esto puede facilitar la ingesta. Cuidar la presentación con variedad de colores, texturas y olores también ayudará a mejorar su aceptación.
Es recomendable beber siempre fuera de las comidas y tomar líquidos más nutritivos, como zumos de fruta o licuados de fruta y verdura.
Aunque no se tenga apetito es relevante pensar en la necesidad de comer. No es tan importante la cantidad que se come en una sola toma, sino lo que se consigue acumular al final del día, y para ello es importante plantear pequeños objetivos que se puedan cumplir a lo largo del día.
Accesibles para ir picando; si se dejan en el campo visual, puede que se consuman con más frecuencia: uva, plátano, mandarinas, cerezas, fresas, un bol de palomitas o una bolsa de palitos (blancos, integrales o con semillas), unas galletas, frutos secos (nueces, avellanas, almendras, piñones, pistachos, anacardos…) o fruta desecada (orejones, ciruelas, pasas, plátano, coco). También, tener en la nevera yogures tipo griego o ricos en proteínas.